La vida de Javier Herrera como preso político solo por ser peronista y acusado falsamente de terrorista en los 70
Por Alejandro Casalongue, de la redacción de NOVA
A principios de la década del 70, en la ciudad de La Plata, Javier Herrera no imaginaba que su compromiso con el peronismo lo llevaría a pasar años de su vida tras las rejas, sin entender del todo por qué.
En sus primeros años de militancia, él estaba convencido de que su lucha era simplemente por la justicia social y el bienestar de los más necesitados, sin ningún vínculo con las agrupaciones armadas o la violencia. Sin embargo, el clima de persecución política y represión que se vivía en Argentina en ese entonces, en especial tras el golpe de estado de 1976, transformó su vida en una tragedia personal que lo marcaría para siempre.
Javier militaba en el justicialismo, en una agrupación que no tenía nada que ver con los Montoneros ni con la guerrilla. En ese momento, el peronismo estaba dividido, y él formaba parte de la vertiente más oficialista, aquella que se oponía a la lucha armada.
En el barrio de Ringuelet, en La Plata, tenía su unidad básica llamada "Juan Pablo Maestre", un nombre que rendía homenaje a un militante caído en la calera, un mártir de la causa justicialista. Con figuras como el "Mocho Alba", su agrupación defendía la representación oficial del peronismo, nada que ver con la extrema izquierda.
Pero el clima de hostilidad hacia el peronismo, especialmente durante la dictadura, no hacía distinciones. Javier fue detenido en abril de 1976 sin saber bien por qué, aunque rápidamente entendió que su militancia era la causa de su arresto.
Lo acusaban de tener vínculos con Montoneros, una acusación falsa que, a pesar de sus explicaciones, lo llevó a la cárcel. En ese entonces, la represiva "Reorganización Nacional" no perdonaba a aquellos considerados enemigos del régimen.
"Estaba convencido de que mi militancia no tenía nada que ver con lo que se decía de mí", recuerda Javier. "Era un militante peronista, nada más. No entendía por qué me trataban como a un terrorista."
La persecución política estaba en su punto más alto y las razones que le dieron para su detención no eran claras. Durante los primeros días de su encarcelamiento, ni siquiera sabía por qué lo habían arrestado. Lo único que tenía claro era que ser peronista era suficiente para ser visto como un peligro.
En la Unidad 9 de La Plata, donde estuvo preso desde abril de 1976 hasta 1979, las condiciones de vida eran extremadamente duras. El miedo y la tortura formaban parte de la rutina diaria, pero Javier nunca perdió la esperanza. En 1979, después de tres años de prisión, fue trasladado a la Unidad 7 de Resistencia, en el Chaco, donde las condiciones empeoraron aún más. A pesar de todo, su fe en la justicia y en el movimiento peronista nunca flaqueó.
En 1980, Javier pasó por uno de los momentos más significativos de su encarcelamiento. En febrero, fue entrevistado por el coronel Sánchez Toranzo, un oficial de alto rango del régimen. Por primera vez en sus cuatro años de prisión, Javier pudo hablar con alguien sin estar encapuchado ni bajo la amenaza de la tortura.
El coronel le dio una noticia que cambiaría su vida: ese mismo año, Javier recuperaría su libertad. El pronóstico del militar (de origen peronista) se cumplió: el 19 de noviembre de 1980, Javier salió finalmente de prisión, después de cuatro años de sufrimiento y desinformación, paradójicamente en el aniversario de la ciudad de La Plata.
La vida de Javier fue marcada por la injusticia, la persecución política y la lucha por sus ideales. Durante su encarcelamiento, sus compañeros de militancia, como Juan Scatolini, Ricardo Jorber y Lina Flores, también pasaron por la misma situación, todos acusados de ser "guerrilleros" sin tener ninguna vinculación con la violencia armada. Sin embargo, su lucha no fue en vano. A pesar de los años perdidos, Javier nunca dejó de ser fiel a sus principios.
Hoy, cuando recuerda esos años de prisión y lucha, Javier destaca la importancia de la memoria y la justicia. "Es fundamental que no olvidemos lo que pasó. Muchos de nosotros fuimos víctimas de una dictadura que no hizo distinción entre la militancia política y el terrorismo", afirma con firmeza. Aunque las heridas siguen presentes, Javier también sabe que su epopeya es parte de una historia colectiva, la de miles de argentinos que sufrieron las consecuencias de una represión brutal.
La vida de Javier no es solo la de un hombre que pasó años en prisión injustamente. Es la historia de una resistencia silenciosa, de un hombre que, pese a todo, nunca dejó de creer en la justicia, en el peronismo y en la posibilidad de un país mejor para todos.
Este relato continuará, y lo iremos desarrollando semana a semana en NOVA, en nuestra edición de los domingos para deleite de todos los fanáticos del Peronismo Ortodoxo.