A partir de 1974, Francisco "Tano" Politano se presentó ante el público con su emblemático auto blanco, adornado con la inscripción de su esponsor "Yalgo”, todo parecía ir bien, pero tuvo que hacer un impasse, (no correr por un tiempo), porque lo agarró de lleno una gran devaluación, el Rodrigazo. El destino tenía preparado un giro inesperado para él.

El Rodrigazo se trató de una brutal devaluación, implementada por el ministro de economía, de Isabel Perón, Celestino Rodrigo, que impactó de lleno en el bolsillo de los argentinos, ocasionando una debacle económica. Eran los últimos días del gobierno de la viuda del General, antes del advenimiento de la dictadura conocida como Proceso de Organización Nacional en 1976.

El golpe de la devaluación, lo llevó a un paréntesis forzado. Pese a perder casi todo, el taller donde daba vida a sus máquinas se mantuvo a flote, un símbolo de resistencia en tiempos de incertidumbre. En 1976, la llegada del régimen militar prohibió las carreras, y su pasión se vio truncada. En aquel momento, el piloto se convirtió en un hombre que, entre la sombra de la represión, mantenía viva la chispa de sus sueños.

La historia dio un giro inusual cuando lo invitan a la Casa Rosada, donde se encontró con figuras del poder como el general Albano Harguindeguy, y Luciano Jáuregui durante la administración de Videla. Con la risa como hilo conductor de la charla, Harguindeguy lanzó un comentario que, en medio del absurdo político, resonó con la fuerza de un deseo: “Vuelven a correr en ruta, pero al primer accidente, van todos presos”.

Y así, tras el eco de esas palabras, el Turismo Carretera comenzó a resurgir. Con el inquebrantable Tano Politano a la cabeza, la pasión por las carreras encontró un nuevo aliento. La pista, que una vez se había visto despojada de su esencia, volvió a vibrar con ruidos de motores y el fervor de los fanáticos.

En los capítulos siguientes te estaremos contando la historia del Tano Politano como dirigente del Turismo Carretera y su siempre vigente pasión fierrera.