Perfiles urbanos
Un verdadero polifuncional

La increíble historia del competidor internacional de karate Pablo Moreda

Pablo Moreda entrenó karate con el Sensei Guillermo Allende, quien daba clases en el campo de deportes de la UNLP.
Pablo se benefició y empezó a participar de varios torneos de índole nacional, lo que lo ayudaba a desconectarse de una realidad lejos de su familia.
Terminó siendo profesor en la Facultad de Ingeniería, un verdadero polifuncional, que reparte su tiempo entre su familia, su trabajo, sus competencias y sus clases.
Desde 2017 está a cargo del dojo Ichiwa Kai, que funciona en la planta alta de la Seccional La Plata de La Fraternidad frente a la plaza de Tolosa.
En 2023, luego de participar de un selectivo y obtener una de las tres plazas disponibles, Pablo logró representar a nuestro país en el Panamericano que se desarrolló en Bogotá.
Practica montañismo ya que su padre se lo inculcó a él y a su hermano desde chicos convirtiéndo la actividad en otra de sus dedicaciones.
Para lo que resta del año, no hay competencias para él, pero si será juez, que es otra de las tantísimas actividades que realiza.
Es para destacar que se ha informado y trabajado mucho para ser su propio preparador físico, incorporar aún más conocimientos y hacer viable su competitividad.
Desde chico fue inquieto, no paraba de hacer deporte: surfeaba, nadaba, probó con el básquet, el futbol, le encantaba el tenis, pero tuvo una ocurrencia un poco peculiar: el karate.
Este hombre seguirá sin dudas dando que hablar por su rendimiento deportivo representando al país.

Por Luciano Capdevila, especial de NOVA

Siguiendo con los llamativos perfiles que venimos presentando cada domingo, es el turno de Pablo Moreda, quien nació hace años en Bahía Blanca, donde vivió hasta los dos años. Sus padres decidieron mudarse a Necochea, lugar donde el inquieto joven transitó su infancia, y digo inquieto porque no paraba de hacer deporte: ya surfeaba, nadaba, probó con el básquet, el futbol, le encantaba el tenis, pero tuvo una ocurrencia un poco peculiar: el karate. A sus 11 años se acercó a un Dojo, pero se asustó por los gritos, el entorno y no llegó ni a cruzar la puerta. Años más tarde, cerca de cumplir 15, los chicos de la cuadra le comentaron sobre clases muy cerca de donde vivía, y no dudó en asistir.

Aprendió las primeras patadas y golpes, además de empezar a interiorizarse con la filosofía del deporte, lo que de a poquito lo fue apasionando. Por su destreza y energía desde muy chico logró destacarse, aprovechando la humildad y la docencia de los excelentes mentores que tuvo. Empezó a competir tras pasar a un Dojo perteneciente a la Federación Argentina de karate, donde rindió sus exámenes, y aquellas excursiones y desafíos competitivos lo acompañarían hasta la actualidad.

En el año 1993 tomó la decisión de venirse a estudiar a La Plata, ciudad en la que se recibió de ingeniero Mecánico en el 2000, y nunca más se fue. Quizá, en parte, porque se mantuvo conectado a sus pasiones. Allí entrenó karate con el Sensei Guillermo Allende, quien daba clases en el campo de deportes de la UNLP y era una persona muy querida por todos los chicos que venían de las afueras de la ciudad. Actuaba como entrenador pero también enseñaba valores y los contenía, sacándoles el máximo de su rendimiento. Pablo se benefició y empezó a participar de varios torneos de índole nacional, lo que lo ayudaba a desconectarse de una realidad lejos de su familia y en la que aún se comunicaba por carta y estaba meses largos sin verlos.

Durante algunos años no pudo entrenar con tanta intensidad por sus trabajos en diferentes empresas en Brandsen y en Pilar lo que generó que hasta se mude a Capital pero nunca se adaptó, quería regresar a La Plata y volver a sentirse cerca del deporte y de su hermano y su novia que residían allí. Por un contacto se enteró que buscaban gente de su perfil e ingresó al Astillero Río Santiago, donde ejerce su profesión desde 2010 en el departamento de construcciones mecánicas.

Además terminó siendo profesor en la Facultad de Ingeniería, un verdadero polifuncional, que reparte su tiempo entre su familia, compuesta por su esposa Camila, su hija Lola de 12 años, y Emilia de 9, sus trabajos, sus competencias y también sus clases. ¿Sus clases? Sí. Es que desde 2017 está a cargo del dojo Ichiwa Kai, que funciona en la planta alta de la Seccional La Plata de La Fraternidad (calle 2 n°192) frente a la plaza de Tolosa. Allí, Pablo da clases de lunes a viernes para todas las edades (a partir de los 5 años hasta adultos) y en todos los niveles: desde principiantes hasta danes.

No podemos dejar pasar por alto su intenso entrenamiento, ya que continúa compitiendo y tiene muchas etapas del año en las que intensifica su preparación, ideada y coordinada por él mismo, entrenando entre 5 y 7 días a la semana para llegar en condiciones favorables a los torneos.

En 2023, luego de participar de un selectivo y obtener una de las tres plazas disponibles, Pablo logró representar a nuestro país en el Panamericano que se desarrolló en Bogotá. En aquella oportunidad, logró en su primera competencia internacional un histórico cuarto puesto en la modalidad kata, dentro de la categoría Senior.

Hace algunas semanas, en su presentación más reciente, participó en la Copa Itaya, el clásico torneo internacional en conmemoración al glorioso Sensei que trajo el karate a la Argentina en los años 70 y se realiza en diferentes puntos del país. Compiten regiones como Brasil, Uruguay y Paraguay, pero eso no le afectó a Pablo, quien terminó tercero entre dieciocho competidores en la modalidad de kumite dentro de la categoría de 46 a 50 años.

Para lo que resta del año, no hay competencias para él, pero si será juez, que es otra de las tantísimas actividades que realiza, y también seguirá de cerca lo que hagan sus alumnos en los próximos torneos, continuando enchufado en un contexto en el que es realmente complicado el financiamiento y la rentabilidad del deporte. Para viajar a Colombia, por ejemplo, le dieron muy poca ayuda y costeó todo de su bolsillo. Cuando recibe alguna colaboración de la federación, es para los viajes, y de esa manera, hay cosas que tiene que posibilitarse él mismo.

Es para destacar que se ha informado y trabajado mucho para ser su propio preparador físico, incorporar aún más conocimientos y hacer viable su competitividad. Logró ir perfeccionando su rendimiento en un contexto de vida mucho menos relajado que el que podría pensarse en la vida de cualquier deportista que compite internacionalmente, lo que es un gran mérito para quien también, por si le faltaba alguna actividad, practica montañismo. Su padre se lo inculcó a él y a su hermano desde chicos convirtiéndola en otra de sus dedicaciones y su momento de relajación y conexión con sus raíces, al igual que cuando ve venir una ola estando encima de su tabla de surf. Surgido de la costa, no hay nada de todo lo que hace en el día a día que le quite esas ganas de entrar al mar. El surf lo acompañó como una manera de vivir y Pablo lo reivindica constantemente.

Este hombre seguirá sin dudas dando que hablar por su rendimiento deportivo representando al país y también por la pregunta que le surgirá a la mayoría de los lectores, según mi intuición: ¿Cómo hace para hacer tantas cosas? Bueno, dedicación, esfuerzo, seriedad, valores, planificación. Lo de Pablo Moreda, realmente es para pocos.

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