Judiciales y Policiales
Todo queda en familia

La trastienda del "Amondarain Gate", el caso del hermano narco del "Tío", detenido por portación de oro y dólares

Juan José Amondarain, experto en cambiar de color político y de plato. Ahora juega a ser un Libertario positivista. (Foto: NOVA)

Un secreto “a voces”. Un allanamiento. Un mismo apellido manchado por manejos turbios vinculados con negocios como el juego clandestino, la política embarrada y la impunidad que a veces otorga el poder.

En las últimas horas la detención del Piti Amondarain, hermano menor del dirigente político Juan José “el Tío” Amondarain -hoy reinventado políticamente bajo el manto de los libertarios de Javier Milei- hizo temblar el sismógrafo del peronismo de la provincia de Buenos Aires.

Fue detenido junto a su empleada doméstica, Adriana Beldomenico (“responsable de nada”) y miembros de una banda vinculada a un ex comisario en la localidad costera de Necochea.

Le encontraron en su domicilio cuatro kilos de oro y más de 12 millones de dólares, “una cifra demasiado ostentosa” al decir de un informante que conocía los entretelones de una novela negra que estaba al caer.

A “Garganta profunda” el hallazgo no le sorprendió. “Hay cosas que están escritas de antemano; todo llega”, sentencia tajante. En similar sintonía se pronunció el fiscal que instruye el caso, Carlos Larrarte.

Los procesados fueron trasladados a la cárcel de Batán -donde estuvo detenido en 1988 antes de ser trasladado a Santa Fe el ex campeón Mundial Carlos Monzón tras matar a Alicia Muñíz- están acusados del delito de comercio de estupefacientes con un agravamiento: participación de tres o más personas.

El “Vasco” Amondarain: entre el vampirismo político, los vínculos narcos de su familia y una vida en la que todo se paga

Senador bonaerense durante cuatro mandatos, Amondrain ingresó a la política promediando los años 80 y desde entonces navegó el heterogéneo mar del peronismo oscilante.

Por eso además de los apodos mencionados se lo puede vincular con otros animales. En materia política podría ser un camaleón (a buen entendedor pocas palabras) o una serpiente (idem anterior).

El ascenso en su carrera comenzó al vincularse con el actual intendente de La Plata, Julio Alak -gobernó entre 1991 y 2007-, con quien terminó distanciado tras haber formado su mal llamada “mesa chica”: tenía, de mínima, cuatro integrantes, entre ellos Raúl “el Cabezón” Pérez, armador nacional del ex presidenciable Sergio Massa.

A nivel bonaerense “Tiburón Blanco” -de vez en cuando se come a un hombre- se cobijó bajo el ala extensa de Eduardo Duhalde. Obviamente se disfrazó de menemista, de nestorista, cristinista… la lista es interminable.

Pero volvamos a la arena política de La Plata, donde se vinculó a Pablo Bruera, el ex intendente desplazado por Julio Garro y salpicado por los negocios en el municipio de su clan, otra mesa, pero de tres patas, completada por Mariano y Gabriel.

La historia siempre se repite. Cambian las formas. Los nombres. Las circunstancias. Pero la historia suele ser circular y el “Amondarain Gate” no es la excepción. En los buenos tiempos “el Tío” supo tener propiedades en México: inmuebles y un lujoso hotel sobre las plácidas arenas de la playa del Carmen.

Por entonces estaba casado con su ex mujer, aunque en su círculo íntimo se sabía que jugaba en los cuatro puntos cardinales: “Un omnívoro total”, dijo un allegado, volviendo a las metáforas vinculadas a la fauna.

Corrían los 90 y como buen animal político trabajaba 24x7, aunque nunca se privaba de nada: ostentosos relojes, fajos que hacen pensar que “no le cerraba el blanco”, hombres y mujeres… Entonces confió en ella el manejo de sus negocios en la tierra de Emiliano Zapata, Pancho Villa y el Chapo Guzmán.

Viajaba de vez en cuando pero la “jermu” se le apropió del negocio. Primero fue a través de su hermano, quien se mudó a las templadas tierras caribeñas y se convirtió en el cuñado imperfecto.

Al tiempo llegó el divorcio porque la pareja de Amondarain empezó a marearse con la dolce vita. Era seis años menor que él -actualmente el ex legislador tiene 66- y comenzó a tunearse. “Se puso de todo encima: de “fitito” a Lamborghini sin solución de continuidad”. La distancia comenzó a desgastar la relación y lo dejó por un pibe joven.

Pero resultó que el sex toy era hijo de uno de los capos de un cartel narco que se metió de lleno en los negocios del “Tío”. Lisa y llanamente le comieron como en un pan francés el hotel y muchos de los negocios que tenía en la sede del ex imperio Azteca. Y como todos saben, con los cárteles de esos pagos no se jode: una especie de “vos fingí demencia”.

Tiburón blanco no osó quejarse pero quedó rumiando como vaca en la Pampa húmeda, dispuesto a conformarse con los negocios caseros -que no son pocos-; resignado a seguir “sobreviviendo” en la jungla política bonaerense con la piel otra vez cambiada -de color o de textura, según sea camaleón o serpiente- y, quien sabe, deglutiendo de vez en cuando un plato fío o caliente. Como en el tenedor libre.

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